martes, 14 de abril de 2009

LA LAGUNA DEL DIABLO ( SAMANA)

Hola de nuevo.
Esta es la historia que me ha enviado mi querido hermano y maestro Thimo Pimentel.

Hace referencia sobre la Laguna del Diablo, que visitamos hace unas semanas y que se puede ver en el video anterior del fin de semana (samana) y/o en este video corto de la laguna.


Desde que llegamos a la Laguna, sentimos que algo especial había en esta zona.
El silencio matizado en ocasiones por el canto de algunas aves del lugar nos tranquilizaba y nos ponia a soñar.

Al lado de la laguna vimos (eso no esta grabado) una cueva medio tapada por arbustos. Yo soy una persona que me encantan las cuevas. Cueva que veo. Cueva que entro. no tengo claustrofóbia, ni temor. He entrado a cuevas oscuras y sin lampara he estado y me he sentido feliz. Pero en esta ocasión, algo no me dejaba ni acercarme. no sentía buen rollo. De regreso quise acercarme y ver si la sensación de cuando llegamos todavia permanecia o bien pasó, pero que va, no sentía nada bueno y decidimos no acercarnos mas y nos fuimos.

Las Cuevas son puertas dimensionales y puntos magnéticos donde pueden hacer mucho bien o mucho mal.

Las Cuevas son puntos geopáticos donde se pueden acceder a planos dimensionales así como energetizarse uno mismo.

Los antiguos chamanes para sus visiones y curaciones utilizaban las cuevas. Algunos inclusive vivian en cuevas.

Tambien grandes pensadores han escrito sus mejores libros dentro de cuevas.

En esta ocasión, esta cueva cercana a la Laguna del Diablo, no nos dió buen rollo.

Os dejo con el texto que Don. Thimo me envio sobre la Laguna del Diablo.

gracias de nuevo Don Thimo.

La Laguna del Diablo, Samana, Republica Doim,inicana (Latitud: 19° 15' 0 N, Longitud: 69° 16' 60 W)

Parece que el diablo tuvo en los tiempos del coloniaje gran predilección por el el cacicazgo de Maguá, el más grande de la Isla de Quisqueya. que esataba gobernado por Guarionex. Allí abundan las consejas en que interviene el rey de los abismos.

Esta predilección llegó al extremo de no conformarse su majestad cornuda con ser un cualquiera de esas comarcas, sino que aspiró a ejercer mando en ellos.

Y no sólo hizo el diablo diabluras como suyas, sino que también trató de hacer cosas santas, queriendo tal vez ponerse bien con Dios; pues a propósito de la iglesia del Santo Cerro, que se empezó a edificar a fines del siglo anterior, refieren que el ángel condenado contribuía todos los sábados con una barra de plata del peso de cien ducadsos, la que inmediatamente vendía el cura, que era el sobrestante de la obra y con quien el Solongo, bajo el disfraz de indio viejo, se entendía.
Desgraciadamente el templo, que auguraba ser el más grande y majestuoso de cuantos había, quedó sin concluir; porque la autoridad, que siempre se mete en lo que no le importa, se empeñó en averiguar de dónde salían las barras, y el diablo, recelando que le armasen una zancadilla, no volvió a presentarse por los alrededores del Santo Cerro.

Vamos con la tradición, poniendo aparte preámbulos.

Cuentan las crónicas que allá por los, años de 1626 presentose un indio encomendado en una de las bodegas habilitadas por los españoles, a comprar varias botijas de aguardiente, mas no alcanzándole el dinero para el pago, dejó en prenda y con plazo de dos meses ídolos ciguayos o figurillas de barro y piedra con laminas de oro en los ojos, y unos ídolos tejidos en algodón.
Enseñó estas curiosidades al cura Gesiou, y él, reconociendo que debían ser recientemente extraídas de alguna huaca la comprometió a que diera aviso tan luego como el indio se presentase a reclamar sus prendas.

Púsose el cura de acuerdo con el gobernador , y cuando a los dos meses volvió el indio a pagar, cayeron sobre el alguaciles y lo llevaron preso ante la autoridad.

Asustado el infeliz con las amenazas del cura y del gobernador, les ofreció conducirlos al siguiente día al sitio de donde había desenterrado los ídolos.

En efecto, llevolos a unas cuevas cercanas a una laguna en la bahia de Samana, donde vivía Onaney, la india hija de, Guariuonex y prfometida de Caonabo ,pero por más que escarbaron en una huaca que les indicó el indio, nada pudieron obtener.
Temiendo que fuera burla o bellaquería del preso, alzaron los garrotes y empezaron a sacudirle el polvo.

Entregados estaban cura y gobernador a este ejercicio, cuando atraído sin duda por los lamentos de la víctima, se presentó un indio viejo y les dijo:

Moseicas,(blancos) no peguen más a ese pobre hermano. Si lo que buscan es oro, yo les llevaré a sitio donde encuentren lo que nunca han soñado.

Los dos codiciosos suspendieron la paliza, entraron en conversación con el viejo y al cabo, se convencieron de que la fortuna se les venía a las manos.

Volviéronse a la cueva con el descubridor y lo tuvieron bien mantenido y vigilado, mientras escribían a S anto Domingo solicitando del virrey Bartolomé Colon permiso para desenterrar un tesoro en los terrenos que hoy forman la vecindad dse l;a laguna del diablo..

Accedió el virrey , nombrando a D. Simón de Martin , vecino de Azúa, para autorizar con su presencia las labores y recibir los quintos que a la corona correspondieran.

Dice Basnta que de los asientos de las cajas reales de La Vega Real aparece que lo sacado de la huaca en tejos de oro se valorizó en poco más de millón y medio de ducados, sin contar lo que se evaporó.

¡Riqueza es en toda tierra de barbudos o lampiños!

Dice la tradición que en la época en que se acopiaba oro para satisfacer el rescate de Enriquillo, mil indios se emplearon en enterrar en Samaná los caudales que componían la carga de cuarenta mil fanegas de cazabe .

El indio viejo contemplaba sonriendo a los felices moseicas, y les dijo un día, cuando ya consideraban agotada la huaca:

-Pues lo que han logrado es poco, que en estas tierras hay todavía mayor riqueza; pero no puede sacarse sin gran peligro.

Con justicia dijo Salomón que una de las tres cosas insaciables es la codicia.

Nuestros caballeros no se dieron por satisfechos con la fortuna hasta allí obtenida, y desoyendo los consejos del anciano emprendieron serios trabajos de excavación.

Llevaban ya en ellos tres semanas, cuando una tarde tropezaron los picos y azadones con un muro de piedra a gran profundidad de la tierra.

Cura, gobernador y representante de la real hacienda brincaron de gusto, imaginándose ya dueños de un nuevo y mayor tesoro.

Sólo el indio permanecía impasible y de rato en rato se dibujaba en su rostro una sonrisa burlona.

Redoblaron sus esfuerzos los trabajadores para romper el fuerte muro; más de improviso, al desprender una piedra colosal, sintiose horrible ruido subterráneo y una gran masa de agua se precipitó por el agujero.

Cuantos allí estaban emprendieron la fuga, deteniéndose a dos cuadras de distancia.

El indio había desaparecido y jamás volvió a tenerse de él noticia.

El sencillo pueblo cree desde entonces que la laguna del Diablo es obra del diablo para burlar la avaricia de los hombres; y en vano, aun en los tiempos de la República, se han formado sociedades para desaguar esta laguna que, como la de Cabral, se presume que guarda una riqueza fabulosa.